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“Lo más satisfactorio para mí es poder conseguir que mi trabajo sea coherente con mi forma de pensar y me haga sentirme satisfecha.”
Estas palabras de Begoña, cofundadora de Olivo Vivo, reflejan la esencia de un proyecto agrícola que ha sido construido desde las raíces familiares, pero con una clara visión hacia el futuro.
Olivo Vivo no es solo un olivar en la Sierra de Aracena, en Huelva; es un ejemplo de cómo la agricultura ecológica puede ofrecer no solo un modelo de vida sostenible, sino también una relación genuina y directa con el consumidor.
El olivar que da vida a Olivo Vivo es el legado de un proyecto familiar, heredado del padre de Rafael (pareja de Begoña), quien durante años cultivó la tierra con la idea de producir aceite solo para la familia. Sin embargo, la conversión al ecológico fue la clave para revitalizar lo que se había abandonado, y Begoña y Rafael decidieron hacerse cargo del olivar con una visión clara de sostenibilidad y respeto por el entorno.
Begoña y Rafael, ambos de origen urbano, se mudaron a la Sierra de Aracena con la idea de emprender en el campo, buscando en la agricultura una forma de vida que les permitiera desarrollarse de manera personal y profesional.
La decisión de hacerse cargo del olivar familiar fue un proceso largo y reflexivo.
"Cuando lo tomamos, sabíamos que tendría que ser distinto, más ecológico, y eso fue un desafío. Pero sabíamos que estábamos en el camino correcto." - nos cuenta Begoña
El primer gran paso para Olivo Vivo fue la transición de un olivar convencional a uno ecológico. El territorio de la Sierra de Aracena, con su riqueza natural, se prestaba perfectamente para este tipo de agricultura. Además, el hecho de que el olivar estuviera abandonado durante varios años facilitó la conversión, ya que la tierra no había sido tratada con químicos.
Este paso fue el primer hito en un proyecto que, aunque en sus inicios fue lento y pequeño, empezó a ver frutos conforme avanzaban en la producción y se daban a conocer entre un público cada vez más consciente de la importancia de los productos ecológicos.
En Olivo Vivo, la filosofía detrás del trabajo va más allá de la producción de aceite. Ellos creen en una agricultura ligada a los procesos vitales de las personas y de la tierra. Creen en un modelo de comercialización donde las relaciones son directas entre la producción y el consumo, donde se comparten riesgos y beneficios.
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Olivo Vivo apuesta por un sistema alimentario justo y sostenible, en el que los productores y consumidores trabajen en conjunto para crear un mercado de alimentos saludables y responsables. Su visión es generar un cambio real en el sistema agroalimentario, a través de pequeñas y medianas producciones que trabajen de manera colaborativa, y construyan una red que sea capaz de promover un consumo responsable.
“La agricultura familiar es la que da de comer al mundo. Apostamos por un modelo de producción que no explote la tierra, sino que la cuide, que la haga vivir. Solo así podremos cambiar el mundo.”
Uno de los aspectos clave que diferencia a Olivo Vivo es su modelo de venta directa. En lugar de recurrir a intermediarios, el proyecto apuesta por la relación directa con el consumidor.
Es muy gratificante ver cómo la gente se interesa por lo que producen. Trabajan con grupos de consumo que valoran el trabajo que hacen, y eso es lo más satisfactorio para ellos. No se trata solo de vender aceite, sino de crear un vínculo con el cliente que valore el proceso y la ética detrás del producto.
Sin embargo, la venta directa no ha estado exenta de desafíos. Inicialmente, la falta de rentabilidad y las dificultades para llegar a un público más amplio hicieron que se replantearan sus métodos. “Nos costó mucho empezar, pero al final entendimos que el secreto estaba en conocer a los consumidores y venderles algo más que un producto, venderles una historia.” - nos cuenta.
Actualmente, Olivo Vivo vende su aceite directamente a consumidores que buscan productos ecológicos y que comparten una filosofía de consumo responsable.
Begoña reconoce que el sector agrícola sigue siendo predominantemente masculino y que, en ocasiones, las mujeres tienen que hacer más para ser reconocidas.
“A veces, cuando le pido a mi pareja que hable con alguien, me doy cuenta de que a él lo toman más en serio, lo cual es frustrante. No lo hago porque sea mujer, pero el simple hecho de que sea más joven y mujer en el sector, en ocasiones, me cuesta que me tomen igual.”
No obstante, esta experiencia no ha sido un obstáculo, sino un motor de crecimiento, ya que el trabajo y los resultados logrados han hecho que los respeten más. Es algo que motiva a demostrar que se puede hacerlo, y al final, el trabajo bien hecho habla por sí mismo.
El proyecto de Olivo Vivo tiene claro su enfoque en sostenibilidad. No solo se trata de producir aceite; busca poner en valor el proceso de elaboración artesanal, respetando los métodos tradicionales, pero también adaptándose a las necesidades del mercado moderno.
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Los aceites de Olivo Vivo son locales y ecológicos, y reflejan la historia geológica de la Raña de Cañamero, donde los viñedos crecen en una tierra rica en minerales y en un entorno natural incomparable.
“Lo que más me llena de este proyecto es poder contar una historia a través de cada botella de vino. Cada copa que sirve el cliente lleva consigo la esencia de nuestra tierra, la tradición de nuestra familia y la pasión por lo que hacemos.” Para Inés, cada vino que sale de su bodega es una narrativa viva de los valores familiares y el compromiso con la agricultura sostenible.
"Lo más satisfactorio para mí es poder conseguir que mi trabajo sea coherente con mi forma de pensar y me haga sentirme satisfecha."

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