.jpeg)
La historia de Huerta La Curtia no es la típica historia de generaciones dedicadas al campo. Natalia, originaria de una familia minera, no tenía en mente el campo como opción laboral. Sin embargo, desde pequeña, pasó mucho tiempo con su abuelo en la huerta familiar, y esos recuerdos, junto con una fuerte crisis existencial en su carrera anterior, la llevaron a hacer un giro radical en su vida.
“Nunca lo vi como una opción profesional, pero el volver al campo me cambió la vida. Encontré una conexión real con lo que hago, algo que tiene sentido”.
Aunque su proyecto tiene un tamaño modesto, Natalia lo ha construido con grandes valores. La clave de su éxito radica en un enfoque local y sostenible, con un fuerte compromiso con la venta directa al consumidor, sin intermediarios. Además, la huerta está construida sobre principios de respeto por la biodiversidad, sin el uso de maquinaria motorizada, lo que le da un valor aún mayor, especialmente en tiempos donde la agricultura intensiva es vista como un modelo que, lejos de cuidar y alimentar el suelo, la erosiona y reduce su fertilidad.
.jpeg)
A pesar de sus logros y la solidez de su proyecto, Natalia ha enfrentado desafíos que van más allá de las dificultades del emprendimiento rural. En un sector profundamente marcado por la figura del hombre como punto de referencia, ser una mujer joven en el campo conlleva ciertas barreras invisibles, aunque presentes. “Al principio, cuando iba al mercado, la gente siempre me preguntaba si mi marido era el que llevaba la huerta. Había mucho escepticismo sobre mi capacidad como agricultora, por ser joven y por ser mujer”, recuerda Natalia.

Aunque ha tenido que demostrar su valía en numerosas ocasiones, Natalia ve estos obstáculos no como un freno, sino como una motivación adicional. “A veces siento que no me toman tan en serio como a los hombres, pero eso también me da más fuerza. Yo no tengo nada que demostrar. Mi trabajo habla por sí mismo.”
Esta perspectiva de resiliencia y adaptación constante le ha permitido superar los prejuicios y ganar el respeto de aquellos que inicialmente no creían en su proyecto. Sin embargo, las diferencias de trato y la mirada condescendiente, continúan siendo parte de su día a día. Como bien resume: “Ser mujer emprendedora en el medio rural significa tener que demostrar más que los demás. Pero eso no me detiene; al contrario, me hace más fuerte.”
Uno de los principios fundamentales de Huerta La Curtia es el kilómetro cero. Natalia cree firmemente que el futuro de la alimentación pasa por consumir productos locales, frescos, ecológicos y de temporada, comprados directamente a los productores y productoras del entorno de proximidad. Con el mercado cercano como uno de sus canales principales, sus consumidores y consumidoras no solo obtienen productos de calidad, sino que también pueden conocer de primera mano el trabajo y los valores que hay detrás de cada cultivo.
“Consumir local no es solo una moda, es una necesidad. Comer lo que produce tu entorno no solo te da seguridad alimentaria, sino que contribuye a reducir el impacto ambiental del transporte de productos. Mi propósito es que la gente entienda que cada vez que compran de aquí, están aportando a la comunidad y ayudando al medio ambiente.”
Este modelo de venta directa ha sido clave no solo para la viabilidad económica del proyecto, sino también para crear una red de inspiración y confianza a nivel local que une a más agricultores y agricultoras de la zona con las personas consumidoras, donde el emprendimiento rural es un auténtico aliado del que dependen las comunidades cercanas.
Al igual que muchas otras jóvenes agricultoras, Natalia ha tenido que enfrentarse a las dificultades propias de la gestión de su negocio, incluyendo toda la gestión comercial, administrativa y de facturación. Con el uso de herramientas rudimentarias al principio, como hojas de cálculo y registros manuales, fue pudiendo salir del paso, pero, pronto, la carga de trabajo se hacía cada vez más abrumadora.
Desde hace poco más de un año, trabajo con pod, una herramienta de trabajo que le permite mejorar la forma en la que gestiona y organiza su negocio.
“pod me ha dado bastante orden y estructura. Me ha ayudado a organizar los pedidos, hacer la facturación y, lo más importante, ha reducido el tiempo que dedicaba a tareas administrativas. Ahora, puedo dedicar más tiempo a lo que realmente importa: cuidar la huerta y mantener la calidad de lo que produzco”, explica Natalia.
Con la ayuda de pod, Huerta La Curtia ha mejorado su, no solo ha mejorado su gestión, ha reducido horas de trabajo en tareas repetitivas y recurrentes, pudiendo dedicar esta energía a otro tipo de tareas, lo que le permitan consolidar su proyecto en el entorno local.
El proyecto de Huerta La Curtia no solo ha superado las dificultades iniciales, sino que ha logrado posicionarse como un referente local de agricultura ecológica en Asturias. Natalia ahora sueña con seguir expandiendo la visibilidad de su trabajo, fortalecer sus lazos con la su localidad y poblaciones vecinas, y seguir fomentando el consumo responsable.
“Lo más importante es que este proyecto tiene un propósito real. No se trata solo de cultivar productos, sino de generar un cambio en cómo nos alimentamos y de qué manera nos conectamos con nuestra tierra.”


.jpeg)