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Marta y María no tenían formación agraria. Ambas se dedicaban a carreras diferentes antes de tomar la decisión de emprender en la agricultura.
Sin embargo, Fulletes nació fruto de la pasión por la tierra y una profunda creencia en la importancia de una alimentación basada en variedades locales y alimentos ecológicos.
Hoy, Fulletes se ha consolidado como una pequeña finca que cultiva cítricos y cultivos tropicales en los municipios de Godelleta y Turís, en la Comunidad Valenciana.
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“Vimos en la agricultura una oportunidad para desarrollarnos profesionalmente. Además, para mí siempre ha sido importante tener coherencia entre mi forma de vida y mi trabajo. Por eso, apostamos por la agricultura ecológica, porque refleja nuestros propios valores y nuestra forma de consumir.”
Fulletes comenzó como un proyecto romántico, con la ilusión de ofrecer productos frescos directamente a los consumidores. La venta online parecía la forma perfecta de acercar los productos a los clientes, pero la realidad del negocio agrícola rápidamente golpeó la visión inicial.
Los altos costes de producción y la dificultad de vivir del proyecto obligaron a Marta y María a reconsiderar su enfoque. De ahí nació el cambio hacía complementar la venta directa con ventas a más grandes para poder ganar volumen de venta y asegurar la viabilidad económica del proyecto.
Como muchas otras personas que emprenden en el medio rural, ambas hermanas enfrentaron el desafío de autoemplearse en un sector que, aunque tradicionalmente relacionado con la agricultura, estaba dominado por una fuerza laboral envejecida.
“Comenzamos muy jóvenes, con muchas ilusiones y expectativas, pero la dureza del campo nos hizo perder esa inocencia. Fue un golpe de realidad bastante crudo, pero también fue lo que nos permitió crecer y aprender”, comenta Marta.
A lo largo de los años, el proyecto ha ganado en experiencia y conocimiento.
Pero Marta no oculta los retos que enfrentan: “Lo más difícil no es solo cultivar, sino saber llevar el negocio, hacer que funcione. Hay que aprender de todo: marketing, facturación, ventas, logística... y todo esto mientras luchamos con los precios y las condiciones del mercado.”
La gestión administrativa fue otro de los puntos que más costó al principio. Marta destaca constantemente la dificultad que le ha supuesto llevar todo el papeleo manualmente durante años. Trabajando con un sistema bastante rudimentario compuesto de libretas, calculadoras, algo de excel y muchas carpetas, los finales de mes y los cierres trimestrales resultaban una carga pesada y estresante.
Una de las barreras más complicadas a las que se enfrentan Marta y María es el sesgo de género que, lamentablemente y prueba de ello son todas entrevistas, está más vivo de lo que a muchas personas les gustaría reconocer.
“A veces, cuando vamos a comprar insumos, nos dicen ‘sí, ya hablaré con tu padre’. Tenemos que responder ‘No, habla conmigo, que yo soy la que lo pago’”, explica Marta.
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“El respeto no te lo dan, tienes que ganártelo. Un hombre ‘nace’ con respeto, mientras que nosotras, las mujeres, tenemos que demostrarlo a base de trabajo y resultados”, señala.
Sin embargo, lejos de desanimarse, Marta ha transformado estas experiencias en una motivación. “Es un reto que me motiva. Que me subestimen me da más fuerzas para demostrar que puedo hacerlo.” Una actitud recurrente y guerrera que hemos podido apreciar en todas las entrevistas que hemos realizado.
El proyecto de Fulletes tiene claro su enfoque en sostenibilidad. No solo se trata de producir de forma ecológica, sino también de mantener viva una tradición agrícola que se ha ido perdiendo con el paso del tiempo.
“La agricultura ecológica es la forma de trabajar la tierra que tiene más sentido, que respeta el medio ambiente y lo hace de forma coherente con nuestra forma de vida.” Marta y María se enfocan en cítricos y cultivos tropicales, aprovechando los microclimas que permiten el cultivo de estas variedades en la región
Este modelo agrícola no solo genera productos más saludables, sino que también promueve un cambio en la forma de consumir.
Al elegir productos locales y ecológicos, los consumidores se comprometen a reducir su impacto ambiental, lo que beneficia tanto al medio ambiente como a la comunidad.
Marta tiene claro que el futuro de Fulletes pasa por seguir adaptándose y aprendiendo. “Cada año es diferente. Tenemos que reciclarnos constantemente, aprender sobre nuevas plagas, enfermedades y cambios en los cultivos. Este aprendizaje continuo es lo que nos mantiene vivas y con ganas de seguir.”
Para ella, la capacidad de adaptarse es una de las claves para el éxito en la agricultura ecológica.
“Es increíble que después de tantos años, podamos decir que vivimos de esto y que estamos contribuyendo a cambiar la forma en que se produce y consume en nuestra tierra”, expresa con orgullo.


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